Seguro que todos habréis escuchado hablar de este termino, el de zona de confort.
Pero sabríais decir: ¿Qué es exactamente? ¿Cómo sabemos si estamos en nuestra zona de confort? ¿Es la misma para todo el mundo? Y de lo más importante: ¿Qué sucede cuándo salimos de ella?.
Seguro que en toda la bibliografía escrita sobre ella, encontramos muchísimas definiciones de la zona de confort. Yo voy a intentar dar la mía propia. Definiéndola como aquella zona o momento de nuestra vida, en que sabiendo que para llegar a él, hemos logrado algunos objetivos anteriormente planteados. Etapa, en la que, ya llevamos un tiempo con esos objetivos conseguidos. Etapa en la que sentimos que estamos parados, a excepción del movimiento que requiere nuestras rutinas y la monotonía del día a día, por tanto. Época en la que, precisamente por este «estar parados» podemos empezar a sentir ciertas inquietudes que nos llevan al planteamiento de objetivos nuevos. O etapa en la que, siendo conscientes de estar parados, sólo y exclusivamente nos apetece disfrutar de ella.
Aunque la he definido como un momento o etapa de nuestra vida, quisiera que la visualizaséis, como su nombre indica, como un espacio, una zona…en la que es perfectamente lícito querer estar y disfrutar y no salir de ella. Pero en la que sabemos que en un tiempo, deberemos salir, para evolucionar, planteando nuevos objetivos. Nuestra propia naturaleza, nos lo pedirá. No siendo así, no saliendo de ella, la inquietud que en nosotros se generaría, se transformaría en insatisfacción.
Hay tantas zonas de confort como individuos hay en el mundo. Es más, alcanzaremos probablemente varias zonas de confort en nuestra vida, de las que sucesivamente iremos saliendo. Cada uno podemos sentir estar en ella, en momentos distintos y con objetivos diferentes.
Para salir de nuestra zona de confort, generalmente tenemos que haber sentido una insatisfacción en nuestra vida, que aunque en principio puede ser difícil identificar su origen, llegamos a la conclusión que hay algo en alguno de los aspectos que nos componen, que nos pide cambiar.
Existe una zona previa al cambio definitivo, es la zona de aprendizaje, que es aquella que nos permite viajar. Desde esta zona recibiremos estímulos que nos ayudarán a marcar los nuevos objetivos.
Existe otra zona en la que no deberíamos pisar, ya que es la que nos frena a la hora de tomar nuestras decisiones. Esta es la zona del pánico y aunque es normal que en algún momento pasemos por ella, deberemos salir de ahí, lo antes posible si lo que queremos es evolucionar.
Y por fin, llegará el momento de dar el salto y cambiar. Momento de dejar aparcados los “¿y si me sale mal…?” y sustituirlos por “¿y si me sale bien…?”. Llega el momento de poner en funcionamiento nuestros mecanismos de adaptación y disfrutar del cambio que nos hemos proporcionado. Algo importante a tener en cuenta, en este momento del salto, es que salirse de la zona de confort, no significa perder lo hasta el momento recorrido, significa ampliar.
Como conclusión, creo que el ser humano está en constante evolución y creo que su propia naturaleza le pide cambiar al encontrarse mucho tiempo parado en un punto.
¿Cuánto es mucho tiempo? Depende de cada individuo y el momento de su vida en que se encuentre.
¿Os encontráis en el momento de hacerlo? Es posible que si os cuesta responder a esta pregunta, acudir a una psicoterapia os sirva de gran ayuda y apoyo para tomar las decisiones más adecuadas. Os animo a que probéis con ello. Os recuerdo que existen las terapias de tercera generación que simplemente son un apoyo al individuo sano para dirigir correctamente su vida. Es precisamente mantenernos en nuestra zona de confort, solo y exclusivamente por miedo al cambio, lo que nos podría hacer caer en una enfermedad.