La palabra Resiliencia ha podido ser una de las más escuchadas en los últimos tiempos, dados estos últimos acontecimientos.
Sí, me refiero a todo al fenómeno de la pandemia, de la desescalada, de la vuelta a una “nueva normalidad”… ante todos estos hechos, la Resiliencia es una de las herramientas que más nos están ayudando a su afrontamiento.
Índice
¿Qué es la Resiliencia?
Pero, ¿sabemos qué significa, realmente, ser Resiliente?
Para mí, uno de los mejores sinónimos de dicho concepto es el de resurgir. Concretamente, resurgir ante las dificultades.
Hay estudios que demuestran que las personas más resilientes son las personas que por más dificultades han pasado.
Estas personas son personas que identificando sus emociones ante un hecho negativo, incómodo, aversivo… se han sabido reinventar de tal forma, que les ha permitido afrontar aquella situación de la que de primeras no podían huir.
Se trata de un ejercicio de adaptación , por eso, también lo considero un elemento muy determinante de una buena salud mental.
Las 4 Fases de la Resiliencia.
Desarrollar o entrenar la Resiliencia, puede ser visto como un proceso y para ello, podemos dividirlo en 4 fases.
Fase 1. Identificación del dolor.
Como decía, la persona resiliente imprescindiblemente, ha pasado por dificultades para desarrollar tal fortaleza.
En este pasar por dificultades, es importante no huir del dolor. Aquí, por dolor me refiero a esa emoción negativa, incómoda o desagradable, por la que es inevitable pasar.
Existe una tendencia en nuestra sociedad actual por evitar las emociones negativas. Parece que sentir una emoción negativa, es síntoma de enfermedad y por tanto, no nos lo podemos permitir y debemos de luchar por ello.
Esto en realidad, no es así. Verlo de esta manera, de hecho, puede llevar a problemas psicológicos aún mayores de los que, en principio, se intenta evitar.
Todas las emociones tienen su función adaptativa y por eso nos han de ser permitidas.
Por el contrario, la persona resiliente, es capaz de permitirse esa emoción negativa y desde ahí, convertirla en un sentimiento adaptativo que le siga llevando por su proceso de resurgir.
Porque no lo olvidemos:
“…Emociones, podemos y debemos sentirlas todas. Dependiendo del significado que se les de a estas, se convertirán en los sentimientos adecuados que permitan adaptarse a una situación…”
Fase 2. Dejar “el por qué”, para pasar “al para qué”.
Porque cuando algo nos sucede, una de las preguntas que nos más nos hacemos es la del “por qué”, incluso: “por qué a mí”.
Sin embargo, a esta pregunta pocas veces le llegamos a encontrar respuesta.
Desde mi experiencia trabajando en el ámbito de la salud, en el afrontamiento de enfermedades y concretamente, en el mundo de la psico-oncología ya aprendí que la vida es incertidumbre y que en ella, suceden muchas cosas que no se entienden o incluso que se consideran injustas.
Encontrarles un porqué a estas situaciones nos puede resultar imposible en la mayoría de los casos. De lo que sí estoy segura que podemos encontrar en un “para qué”.
Cualquier cosa que nos sucede, siempre, siempre, nos puede enseñar algo.
Ahí es donde responderemos a ese “para qué”.
Fase 3. Dejar de sentirse víctimas, para ser afectados.
Partiendo de la base de que ha sucedido algo no agradable y asumiendo la presencia de emociones negativas, afectados como mínimo nos deberemos sentir.
Tampoco se trata que seamos “rocas” insensibles, que ni sienten ni padecen. Pero sentirse víctimas significa, sentir la presencia de esa losa encima que nos impedirá movernos.
Recordemos que la persona resiliente es una persona que resurge, que es capaz de reinventarse, es decir, se mueve en una dirección que le permita adaptarse a lo que está pasando.
Si sintiera esa losa, esto no le permitiría ese levantamiento. Por eso, es importante simplemente, sentirse afectado.
Fase 4. Quedarse con lo que se tiene y no con lo que falta.
Y como estamos hablando de un proceso, evidentemente, se va avanzando pasito a paso.
En cada uno de esos pasitos, se van consiguiendo cosas.
La persona resiliente es consciente de cada uno de estos pasos y se refuerza con ello, con lo que va consiguiendo, dejando en un segundo plano lo que sigue faltando.
Esto choca con otra característica muy frecuente en muchas personas y esta es el perfeccionismo.
De nuevo, haciendo referencia a la sociedad en la que vivimos, esta característica se ve muy reforzada. Sin embargo, puede ser muy perjudicial, siendo además la responsable de muchos casos de baja autoestima.
La persona perfeccionista, busca los “peros”. Lucha y se esfuerza por aquello que le falta, lo cual sería contradictorio a lo que en esta fase de la Resiliencia se está diciendo.
No con esto quiero decir que renunciemos al perfeccionismo, sino que lo manejemos con flexibilidad.
Conclusiones sobre la Resiliencia como esa herramienta fundamental.
Y es que, como hemos podido observar en este artículo, la Resiliencia es una fortaleza perfectamente entrenable.
En ella, se ven implicadas muchísimos de los elementos de nuestra Inteligencia Emocional, lo cuales, poniéndolos en práctica conseguiremos ser más Resilientes.
Como decía al principio, estamos viviendo una serie de acontecimientos a nivel mundial que requerirán de poner la Resiliencia en práctica.
Estamos viviendo unos momentos en que reinventarse es necesario y hacerlo con una actitud positiva, con motivación y planteándonos lo que sucede como un reto, nos hará salir triunfadores.
¡Os deseo mucho ánimo compañeros de aventura!