Un mundo mejor

A veces, en alguna de mis sesiones con pacientes, me permito el lujo de divagar, reflexionar y filosofar sobre si el mundo es bonito o feo… Y sobre todo, si podríamos soñar con un mundo mejor.
Es cierto, que cuando los sentimientos que nos invaden, tienen un carácter depresivo, no ayuda nada encontrarnos con acontecimientos tales como guerras, corrupción, violencia, hambre… etc.alrededor nuestro.

s cierto que además, estamos muy expuestos, a encontrarnos con ese tipo de acontecimientos, con bastante facilidad. Ya sea a través de los medios de comunicación, o saliendo de casa, todo este tipo de acontecimientos nos inundan generalmente, a modo de noticias.
Tanto si se trata de un estado depresivo o no, en el que nos encontremos, debemos autoprotegernos de tal información. Esto se puede hacer dosificando el contacto que tengamos con los medios o incluso no profundizando (pensando, reflexionando…) demasiado en aquellas noticias que nos lleguen, permitiendo así, no nos afecten. Dejarlas pasar, casi, casi sin procesar.
El motivo por el que trabajar esta autoprotección, es el de tomar conciencia que realmente existe un mundo mejor que aquel que se nos hace llegar y así, podremos iniciar la aventura de buscarlo.
El primer paso, después de la autoprotección, es la búsqueda de aspectos bonitos (que los hay) que nos ayuden a amortiguar y compensar todos mi aquellos sentimientos negativos que la primera percepción del mundo nos ha generado.
Un siguiente paso, es el de construir… Construir ese mundo y ¿cómo? desde nosotros mismos.
Si no nos gustan las injusticias, seamos los primeros en ser justos (al menos desde nuestros criterios). Si no nos gustan los robos, no robemos. Si no nos gusta que se defraude, no defraudemos…
Parece muy obvio e idealista este planteamiento. Pero no es cierto que, ¿muchas veces tendemos a eso? Creemos que porque haya gente a nuestro alrededor que robe, nos podemos permitir hacerlo…
Y aunque muchos de estos términos, robos, corrupción, justicia, son relativos (probablemente cada uno de nosotros los veamos de manera distinta), lo cierto es que, si queremos un mundo mejor, seamos nosotros mismos, desde nuestro gran “micromundo” quienes empecemos a cambiarlo. Solo sobre lo que controlamos al 100%, podremos intervenir. Y sólo así, estando conformes y satisfechos con nuestro “trocito de mundo”, podemos encontrar un mundo mejor.
¿Nos proponemos hacerlo?

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