La paciencia

Algo relacionado con el capítulo sobre el tiempo, es la paciencia.
Tener paciencia, implica saber esperar sin desesperarnos y como ya decía en esa entrada, teniendo en cuenta que todos tenemos unos tiempos diferentes, al mismo tiempo, podemos tener “paciencias” distintas… ¡Uy, uy, uy! ¡Pero qué lío!!!

A ver, me explico: todo aquello que de unos a otros varía, significa que en nosotros mismos con cierto entrenamiento, práctica y llevando a cabo el ejercicio adecuado, también lo podemos cambiar. Todo esto nos lleva a concluir que la paciencia se puede aprender a tener y conseguir entrenar.
Vayamos al paso numero dos: ¿Cómo hacerlo?
Un sencillo truco es el de establecer metas cortas. ¿Cómo? Sí, se trata de que tengamos lo que tengamos que recorrer, no estemos mirando el final, sino simplemente el siguiente paso que tengamos que dar.
Pongamos ejemplos:
Si nos vamos de viaje, supongamos que tenemos que recorrer 100 km, a lo que aquí me refiero, es a que no miremos el final de nuestro destino, sino que una manera de establecer metas cortas, es centrando nuestra atención en cada km que tengamos que recorrer.
Supongamos que no nos vamos de viaje, sino que queremos correr una maratón. Pues lo mismo, no centremos nuestra atención en el km 40, sino que debemos centrar nuestra atención, en cada uno de los kilómetros que llevemos recorridos, o mejor aún, en cada medio kilómetro que llevemos, o mejor todavía, en cada uno de los metros que vayamos recorriendo.
Pongamos otro ejemplo con otra unidad de medida, por ejemplo, tenemos que esperar un mes a que algo llegue. Si miramos los treinta o incluso trintaiun días que tengo por delante, me puedo desesperar, sin embargo, si me centro por ejemplo en cada día que pasa, sin mirar cuántos más tienen que pasar, la espera se me hará mucho más fácil.
Algo aplicado mucho a mi vida, concretamente a mi trabajo, es cuando hay días en que teniendo mi agenda completa, se me llegan a juntar, a veces, hasta diez-doce pacientes. Si al comenzar desde primera hora de la mañana, yo pensara en los doce pacientes que tengo por delante, el día se me puede hacer insoportable. ¡Pobre del paciente número 12! ¡cómo llegaré a él! Sin embargo, he comprobado que centrando mi atención en cada paciente que entra en mi despacho, sin mirar cuántos más quedan por pasar, me permite hacer mejor mi trabajo, mucho mejor. Con mayor concentración y sin tanto agotamiento.

Así que como estaréis comprobando, una vez más concluyo con que la clave está en centrar nuestra atención en el momento presente en que nos encontramos. En el más pequeñito de los instantes en que nos encontremos. Así haremos las cosas mucho mejor. Disfrutaremos más de nuestra vida y conseguiremos tener en ella la mejor calidad.

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