¿Cuántas veces no nos habremos lamentado de decir algo? Nos decimos: “Esto, no tenía que haberlo dicho…” Como si se nos olvidase, cuál es la magia de la comunicación…
Nos podemos referir a esa magia, por el hecho de que se pueda decir mucho, con pocas palabras y muy poco, en un gran discurso…
Pero, yo me quiero referir sobre todo a la magia del efecto positivo de la comunicación. Comunicarse es tan fácil y complicado al mismo tiempo… Nos cuesta ponernos a hablar de ciertas cosas… abordar ciertos temas… y sin embargo, cuando nos metemos en ello, nos damos cuenta que es mucho más fácil de lo que parecía y mejor aún, trae un resultado muy positivo. Casi, casi, inesperado.
Seguro que todos hemos experimentado, el efecto que nos produce, a nosotros mismos, el mero hecho de decir las cosas. Sólo con la verbalización, podemos conseguir que cambie una sensación que tenemos ante un hecho. No siempre es necesario que haya, si quiera un receptor. De hecho, le podemos evitar, si creemos que aquello que digamos no servirá de nada y puede hacer incluso daño. ¿Os acordáis de mi entrada sobre el sincericidio?
https://psicologoparati.com/sincericidio/
Pero en la comunicación, también entra la escucha. Es tan importante saber escuchar… Y no todo el mundo sabe… Pero os voy dar una buena noticia y esta es, que la escucha se puede aprender y entrenar. Un truco es el de, centrar nuestra atención en el contenido de lo que nuestro interlocutor nos está contando y en el cómo nos lo está contando. Sin prejuicios, ni anticipaciones y por tanto, sin pensar en lo que vamos a contestar. Os animo a probar, ya veréis como no es tan difícil y puede ayudar a mejorar las cosas.
Al final, la magia de la comunicación, es la de que se puede enfocar en muchas direcciones. Que se puede conseguir resolver situaciones, sólo por el hecho de hablar de ellas. Que se puede conseguir empatizar y entender a los demás, si ponemos en práctica la escucha. Que la comunicación, es una de las herramientas más poderosas que tenemos y que si alguna vez, hemos pensado que no servía, era porque no lo estábamos haciendo correctamente. Es algo, que se puede aprender a hacer, de una forma u otra, dependiendo de lo que queramos comunicar y en la mayoría de los casos, nos traerá un buen resultado.
Y hablando de comunicación, hay un ejercicio que practicamos en terapia. Lo llamamos, “Silla vacía” y sirve para aquellos momentos en los que en la vida, ante alguien y ante alguna situación, nos ha quedado algo por decir. En la silla, colocaremos algún objeto que represente a esa persona, a quien no tenemos en ese momento disponible y sin embargo, imaginando que está presente, le digamos aquello que no dijimos en su momento. Este ejercicio se basa, en esa también parte mágica en la que, en la comunicación, no sólo es necesario que el receptor reciba, sino que el emisor, transmita. Este ejercicio además, luego se podrá transformar a distintas modalidades. Por ejemplo, también puede ser útil, escribir una carta en segunda persona, dirigida a alguien, aunque no se la hiciésemos llegar. Algo que puede venir muy bien, en caso de pérdidas y separaciones. Si os encontráis en alguna situación similar, probad con este ejercicio. Os servirá de ayuda.