Hace poco en un curso sobre motivación, escuché hablar sobre de la actitud.
Es verdad que lo que se decía, no me resultaba nada nuevo. No sólo por dedicarme a lo que me dedico, sino porque creo que aquello era muy de “sentido común”.
Sin embargo, aunque era algo que todos, seguramente sabemos, es tan importante que se nos recuerde…
Se decía que el sentido de la vida es la actitud. Que nuestro estado de ánimo lo puede cambiar todo, aunque en realidad, las cosas no cambien.
Se trataba de destacar la diferencia que existe en nuestra manera de afrontar la vida, la actitud con la que lo hagamos. Para ello ponían el ejemplo, para aquellos que seáis futboleros, la manera que tenemos de tomarnos las cosas cuando nuestro equipo de fútbol gana.
Pero llevándolo a otros ejemplos (para los que no seamos futboleros), cómo nos tomamos nuestra vida, nuestro día a día, por ejemplo, cuando ese día echan en la tele el programa de televisión que nos gusta… Cuando tenemos cerca unas vacaciones, cuando nos ha tocado la lotería (aunque sólo sea un pellizquito que no nos resuelve nada…).
Y lo cierto es que nuestra vida, lo que está fuera, no ha cambiado. Lo que ha cambiado ha sido nuestra actitud.
Pues tratemos de aplicar esto, sin la necesidad de que de forma azarosa surja esa ilusión. Una de dos, o busquemos voluntariamente esa ilusión o directamente procedamos a un cambio de actitud.
Mi propuesta es, el experimento de esta semana trata de vivir la vida con una sonrisa. De tratar a los demás con amabilidad, de transmitir una ilusión…
Se trata de salirnos de la queja. Se trata de dar las gracias por las cosas que tenemos…
Se trata de motivarnos ante la vida, teniendo en cuenta esa tendencia que todos tenemos, que forma parte de nuestra naturaleza, la de ayudar a los demás…
¿Os animáis a hacer el experimento de esta semana?
Si es así, os espero en los comentarios.