Hoy quiero referirme a la enfermedad en general. Está claro que no es lo mismo encontrarnos en un proceso gripal que, en un proceso oncológico, por ejemplo. Pero creo que nadie puede negar, que incluso ante un dolor de cabeza, nuestras emociones cambian. Y como cuerpo y mente forman parte del mismo sistema, cuando nos encontramos ante un proceso de enfermedad irremediablemente, nos enfrentamos a un proceso emocional y por tanto la herramienta para un correcto afrontamiento es la inteligencia emocional.
Enfrentarnos a una enfermedad, implicará pasar por distintas fases.
Tratando de aproximarnos a una descripción de ellas, en la medida de lo posible, la primera de ellas será quizás, una de las más complicadas. En ella se incluye el recibir el diagnóstico. Algo que tenemos que asumir y que en nosotros va a llegar a generar multitud de emociones.
Tantas, que algunas podrán ser incluso contradictorias. Es muy probable encontrarnos con la rabia y la impotencia del famoso “por qué a mí”, la tristeza por las posibles pérdidas que se puedan producir por la enfermedad, incluso, a veces, alivio de haberse encontrado un motivo de lo que nos pasa.
Todas estas emociones, aparezcan al mismo tiempo o poco a poco, deben de ser identificadas y consecuentemente expresadas. Es importante que lloremos o pataleemos por la rabia… Para que, una vez hayamos sacado eso que sentimos, nos pongamos en marcha en el proceso de superación, en el que puede verse incluída la toma de decisiones.
Se habla de una estrategia de afrontamiento, “la negación”, y a veces se habla de ella, de manera negativa. Como mecanismo de adaptación que es, sin embargo, es una herramienta que nos ayuda. No pasa nada porque olvidemos de vez en cuando, que estamos enfermos. Que podamos irnos al cine con nuestros amigos una tarde, si mi enfermedad físicamente me lo permite y poderme olvidar de ella. Pero si la negación se lleva hasta el límite de olvidarnos de acudir a nuestras consultas médicas u olvidarnos de nuestros tratamientos, evidentemente, se vuelve en nuestra contra.
Posteriores fases serán las de adaptar nuestra vida al estado de enfermedad y la de conseguir una “normalidad”, a pesar de estar enfermos. Poder hablar de la enfermedad y que no nos cueste…
Estos serán los pasos más importantes en el proceso de afrontamiento psicológico y superación, aunque físicamente no se haya conseguido lograrlo.
Esa parte queda en manos de los profesionales que nos estén tratando, en los cuales debemos confiar plenamente.
Esta parte, que aparentemente no depende de nosotros, sí que requiere de una acción fundamental que debemos llevar a cabo desde los primeros momentos de enfermedad. La búsqueda de un profesional en quien confiar, que nos resulte accesible, a quien podamos preguntarle todo tipo de dudas, independientemente del prestigio o fama que tenga. Este será un elemento esencial, en el buen afrontamiento de lo que nos ocurra.